Creo firmemente, que las metáforas, nos ayudan a crear escenarios resonantes en nuestra mente con la
finalidad de tomar conciencia. En este caso, me situaré en el mundo animal, haciendo una comparativa
con los hámsters. Es una certeza, que muchas veces, los seres humanos nos creemos superiores al
resto de especies, incluso no sintiéndonos identificados como mamíferos. ¿Cómo oso hacerte una
comparativa con un ratón?.
Algo que tenemos en común con ellos es el aburrimiento. Y es que, en aquellos terribles tiempos en los
que estaba permitida la venta de seres vivos en las tiendas de animales, te llevabas a casa a este
«animalito» junto a una jaula y su rueda. Luego, con el tiempo, ibas complementando su hábitat con alguna
que otra golosina u otro juguete. Y es que, poniéndonos en su piel y en sus bigotes, ¿en qué iba a
invertir el tiempo sino era dando vueltas en una rueda?. Así nos ocurre a nosotros, le damos vueltas y
vueltas a un asunto, hasta que nos sucede algo más grave que quita el foco de ese problema
minimizándolo. También esto ocurre cuando aparece una nueva distracción en nuestra vida, que nos
hace quitar la atención de un interior que pide a gritos ser sanado. Por lo que he llegado a la conclusión,
de que tras la rumiación, se encuentra el aburrimiento. Y es que cuando tenemos que enfrentarnos al
exámen oposición, terminar la contabilidad de la empresa o entregar un informe a nuestro superior con
urgencia, no estamos pensando en «el problema». Ojo, con esto no me refiero a que te embauques en
tareas interminables por inercia con el fin de distraerte de tu desarrollo personal, pero si invertir el tiempo
y la energía en lo que realmente vale la pena y baila en tu beneficio.
En mi caso, durante mucho tiempo evité conversaciones incómodas, aceptaba proyectos e invitaciones
por complacer, sin ser consciente de que, por no generar conflicto fuera, lo estaba generando dentro de
mí. Literalmente, estaba atentando contra mis valores y mis derechos. Por inusual que nos parezca,
tenemos derecho a elegir, y también, derecho a expresar lo que nos gusta y lo que no. Coger el toro por
los cuernos y enfrentarse a personas y situaciones asusta, pero a largo plazo te das cuenta que te
ahorras problemas y malos entendidos dejando claros tus límites desde el minuto uno.
En estos últimos meses me han etiquetado como dura, fuerte y directa. Supongo que la sociedad
todavía no está preparada para simplificar. Nos gusta quedarnos en ese pozo de incertidumbre, diciendo
que sí a cosas que no nos resuenan por el hecho de complacer y de ser aceptados. Nos estancamos en
nuestras relaciones personales, quedándonos en una espera pasiva de que sea el otro quien dé el
primer paso. Quizás, hace un tiempo, hubiera tomado aquellos adjetivos como un ataque, otorgándole
un significado despectivo. ¿pero sabéis qué?. Gracias a ello me he ahorrado problemas y he ganado
autoridad. Ahora sé lo que quiero, cómo lo quiero y cuando lo quiero. Ahí radica el poder, el verdadero
empoderamiento que nada tiene que ver con levantar la voz y ser un líder dictador. El poder personal y
la seguridad se basa en estar en consonancia con lo que digo, con lo que hago y con lo que pienso.
¿Y tú?, ¿vives en coherencia contigo misma?