El prefijo “re” se utiliza para intensificar y duplicar. Hablemos, entonces, de su aplicación en la palabra reconocimiento. Buscamos en el exterior ser validados y aprobados, convirtiéndonos en verdaderos vagabundos emocionales que buscan conseguir un like a toda costa.Yo estuve ahí. Detrás de la pantalla del móvil esperando que los me gusta sumasen tres dígitos para tener la certeza, de que mi contenido gustaba.Sin embargo, con el tiempo comienzas a darte cuenta que no necesitas un amplio número de seguidores, sino personas a las que le interese realmente tu contenido. También te percatas de que has dejado de guiarte por la dictadura de los algoritmos y de las horas de conexión del resto de tus contactos. Y entonces te enfocas en ti. Empiezas a conocerte antes de reconocerte, hasta llegar al punto de entender, que no puedes gustarle a otros sino te gustas a ti primero. Y es que, es complicado mantenerse en pie ante críticas deconstructivas sino tienes claro antes, quién y porqué haces las cosas.
Personalmente, no me considero influencer, por muchas nominaciones o presentaciones que me retribuyan. No creo que ninguna persona pueda ni deba tener un bastón de mando tan potente para influir en la vida de otras. Trabajo por impactar en mi vida y realizar cambios, y si esto ayuda a otras personas a motivarse, bienvenido sea.Por mucho tiempo no quise ser visible de un modo inconsciente, pues ello suponía incomodidad dentro de mis relaciones personales. Me boicoteaba continuamente, con el fin de seguir conservando relaciones insanas, en las que como mujer, no podía sobresalir, y mucho menos, tener reconocimiento ni éxito. Se practicaba el feminismo de boca para afuera, mientras la realidad reposaba sobre las butacas del público y se expresaba a través de un aplauso que denotaba un grado de envidia y alentaba a la competitividad. A día de hoy, y después de sumar otro fracaso amoroso por este mismo motivo, mantengo el cliché de que una mujer no puede tener más éxito que su pareja.
Y es que hace muy poco escuché un pequeño podcast sobre la famosa historia del maletín de un millón de dólares. ¿Te suena?
“Una persona se cruza con otra en medio de la calle y le ofrece un maletín con un millón de euros. Obviamente, el otro desconfía. ¿Por qué alguien me está ofreciendo ese dinero sino me lo he ganado?. Aún así, el dueño del maletín se tira al suelo rogando que lo coja. La otra persona, como es de esperar, sale corriendo”.
La moraleja es: si tú sabes tu valor no tienes que convencer a nadie de que te acepte. Todo el mundo quiere ese millón, pero si tiene esa urgencia emocional, algo huele a chamusquina. Ahí todavía hay que realizar un gran trabajo de campo.Nos volvemos auténticos vagabundos emocionales rogando por amor, validación y atención. Queremos ser visibles, ya que uno de los miedos más grandes del ser humano, es ser olvidado. De ahí deriva el sueño de aparecer en los libros de historia. Sin embargo, algún día vamos a morir y después de años, nadie recordará nuestro paso por La Tierra.Es por ello que es hora de preguntarnos si estamos viviendo la vida que queremos vivir o estamos intentando agradar y rogar por la atención de la sociedad. ¿Te conoces demasiado como para re-conocer tu valor?